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La historia de Watu. Un asesinato en la Universidad.

Por Diego Harrinson Blanco



La distancia histórica se reduce cuando nos vemos intepeladxs por la cercanía biográfica. Esa interpelación es la que aborda el autor. El activismo militante y el paso por la universidad acercan la distancia histórica entre el autor y la figura que se busca retratar. 


Imagen: La Lente Militante (IG @lalentemilitante)



El 9 de Marzo de este año, en una actividad que llevó adelante la comisión de mujeres de APUNSaM, el sindicato NoDocente de la Universidad, Graciela Ovejero, la secretaría de FATUN (la federación que contiene a APUNSaM) recordó el caso de David “Watu” Cilleruelo. Este recuerdo para mí fue una novedad ya que nunca había escuchado su nombre, ni su apodo. Forma parte de los crímenes cometidos por la Triple A durante el gobierno de María Estela Martínez; crímenes menos conocidos (me permito esta palabra) que los de la Dictadura de 1976.

La historia relatada tenía un mensaje breve pero conciso: un joven fue asesinado por fuerzas paramilitares dentro de una universidad frente a cientos de estudiantes. Una muerte en el espacio de las palabras, las ideas, del debate, del consenso y del disenso; una muerte que avizoraba la crueldad y la planificación del terror que llevaría adelante la dictadura que sucedería en menos de un año. El estupor causado en mí, tal vez se deba al espanto que me genera la interpelación como estudiante y militante universitario, y cómo la muerte se presenta como el canal de amedrentamiento al espíritu crítico de la juventud. Desde allí me propuse realizar un humilde aporte haciendo pública la historia de Watu al interior de nuestra universidad.

David Cilleruelo era un estudiante de ingeniería de la Universidad Nacional del Sur (UNS) de Bahía Blanca, formaba parte de la Juventud Comunista con una activa militancia universitaria. Había sido elegido secretario general de la renacida Federación Universitaria del Sur (FUS), él por la Federación Comunista y Jorge Riganti por la Juventud Universitaria Peronista. El 4 de Abril de 1975 iba a realizarse la asamblea estudiantil que reuniría a los diferentes centros de estudiantes que la conformaban y ratificaría la elección. Un día antes, el 3 de Abril, los pasillos de la Universidad desbordaban de movimiento (entre inscripciones y demases). Era un día clave para el activo militante, ya que podía dar conocimiento al estudiantado de la asamblea que se realizaría al siguiente día. Watu y otros estudiantes estaban “volanteando” en la fila de lxs que aguardaban la inscripción. No era para menos, era el regreso de una herramienta gremial estudiantil que permitiría estar en contacto con la realidad de otras universidades. Siendo las 9 de la mañana, a la vista de decenas de testigos, Jorge “Moncho” Argibay, su hijo Pablo Francisco y Raúl Aceituno, interceptaron al joven y el primero de ellos le disparó en la nuca. “Pobrecito, se golpeó la cabeza contra la pared” expresó el asesino para que todxs lxs demás pudieran oírlo.

Vale la pena detenernos en quiénes fueron los autores del asesinato de Watu, y también, cómo es que se llega a su identificación.

En Marzo de 1975, (por decreto presidencial) fue designado como “despachante de asuntos”, o como él mismo se auto definió, rector interventor de la UNS y la Universidad de Comahue, Remus Tetu, un “exiliado” rumano que formó parte de la organización fascista y anticomunista “Guardia de Hierro”, en su país, aliada al Tercer Reich. Durante su breve gestión de seis meses se cerraron carreras, se modificaron planes de estudio, se cesantearon docentes y trabajadorxs no docentes. Se contrató, además, para garantizar la “seguridad” de la universidad, a la mencionada patota: Argibay padre, Argibay hijo y Aceituno. Estos portaban armas largas que el mayor del Ejército: Luis González, les había otorgado. Poseían, a su vez, credenciales de la policía federal argentina. Su designación consta en documentos oficiales firmados por Tetu.

Habitualmente se movilizaban en vehículos oficiales de la Universidad Nacional del Sur, de hecho, el día en que se comete el asesinato, los tres autores se acercaron al Edificio en un Taunus cuya patente era asignada al rector interventor.

La identificación de David Cilleruelo realizada por la Inteligencia estatal databa de más de un año. Su primer aparición en los informes realizados por los espías son de septiembre de 1974, cuando Watu concurrió al velatorio de Luis Jesús “Negrito” García, un joven obrero de la construcción, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), quien fue la primera víctima de la Tripla A Bahiense. Más adelante, su nombre figuraba en una larga lista junto a 250 personas, entre estudiantes, docentes y no docentes, que hace referencia a una asamblea realizada a principios de Marzo de 1975 en la UNS, a pocos días de haber sido designado Tetu como rector interventor. En el texto del informe de inteligencia se resalta que parte de lo discutido en la asamblea era la denuncia de que Tetu tenía como objetivo “implantar la misión Ivanisevichn, que no era otra cosa que la introducción del Imperialismo en la UNS con el apoyo de la Marina, que era la única arma que había bombardeado al pueblo indefenso y la consideraba el brazo armado del imperialismo”. Este material fue desclasificado luego de la vuelta de la democracia y da cuenta de la interpretación persecutoria de los servicios estatales.

Laura Panizo (2015) menciona que en el caso de los genocidios y masacres, la administración de la muerte empieza con el ocultamiento de los cadáveres, o por el contrario, con la exhibición de los cuerpos por parte de los perpetradores. Está claro que ese 3 de Abril no fue un día al azar, fue un día significativo. Para lxs estudiantes, era el momento de dar voz y difusión a un nuevo espacio de discusión política, en pos de hacerle frente a los atropellos perpetrados por el nuevo rector interventor por el gobierno en general. Para la Triple A, la exhibición frente a decenas de estudiantes de la violencia física en su máximo umbral, expresa un mensaje en contra de la militancia estudiantil, buscando generar un efecto disuasivo e intimidatorio para la comunidad universitaria.

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