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TRANSICIÓN, DIFERENCIACIÓN Y "ESTADO PRESENTE"

Por Gustavo Baez


Imagen: Esteban Collazo (@esteban_collazo)


El triunfo del Frente de Todos logró consumarse pese a un marcado 40,37% que se opuso. Desde entonces, no solo con discursos, sino con gestos concretos, el Frente de Todos, y más específicamente Alberto Fernández, ya comenzó a diferenciarse drásticamente del macrismo. Gustavo Baez analiza los compromisos y desafíos del gobierno entrante en materia de seguridad, política exterior y alianzas latinoamericanas.


Transcurridos los primeros días poseleccionarios, nos encontramos frente a variadas interpretaciones sobre los resultados, aún provisorios, de las elecciones presidenciales en las cuales fue electo como Presidente de la República Argentina, la fórmula opositora encabezada por Alberto Fernández. Una primera interpretación explica la derrota del actual oficialismo, como una cuasi victoria, una diferencia menor a la pronosticadas por las encuestas preelectorales sustentan ese ‘optimismo’ expresado desde en ese espacio y amplificado por medios afines. A esta interpretación, desde el Frente de Todos y los medios cercanos a este espacio, se la intenta poner en duda y anuncian que tras el resultado del escrutinio definitivo la diferencia será mucho más amplia, dejando entrever la posibilidad de manipulación en los datos provisorios.


Esta discusión, en apariencia nimia o trivial, encierra una importante puja de poder dentro de la coalición de Gobierno. La suma de dos millones de votos entre las PASO y las generales representa, para Mauricio Macri, la posibilidad de mantener una posición importante dentro de Juntos por el Cambio luego del 10 de diciembre. En este sentido, la legitimidad otorgada por ese 40,37% de los votos, podría neutralizar a los sectores más críticos intra Cambiemos/Juntos por el Cambio; especialmente dentro del radicalismo donde ese sector, luego de las PASO, se encontraba en franco crecimiento. Entonces, la necesidad de presentar el acortamiento de la brecha, entre ambas elecciones, como una “victoria”, podría otorgar a Macri y al macrismo la posibilidad de mantener la unidad y el liderazgo dentro de la alianza o, al menos, discutir ese liderazgo desde una posición más cómoda frente a los “opositores” internos.


Por otro lado, el Frente de Todos aspira, ante una eventual ampliación del resultado electoral, poder obtener mayor cantidad de escaños en el Congreso Nacional y, de esta manera, poder agilizar el tratamiento de las leyes que necesitaría el futuro gobierno. Mientras tanto, el presidente electo inicia la transición con fuertes signos de diferenciación respecto al macrismo. La insistencia en la propuesta de “un gobierno realmente federal", donde la gobernanza se daría por medio “de un presidente y 24 gobernadores" gobernando en cooperación y llevando adelante un ‘acuerdo social' con distintos actores sociales; donde participarían empresarios, industriales, gremios, movimientos sociales. De esta manera el Estado recobraría un rol activo, un “Estado presente” en oposición al “Estado prescindente” macrista. En este mismo sentido, el presidente electo, en otro gesto de diferenciación, decide recibir y fotografiarse con Braian Gallo, quien fuera víctima, en carne propia, de la construcción estereotipada del pibe chorro del Conurbano bonaerense. El hecho que el presidente electo lo haya recibido, no solo es un acto de reivindicación de un ciudadano que asumió la responsabilidad cívica de presidir una mesa en las elecciones nacionales y que por su lugar de residencia, rasgos fenotípicos, forma de vestimenta fue víctima de discriminación; sino que la reivindicación de Braian como ciudadano del Conurbano es la denuncia de un estereotipo social, reforzado y reafirmado por las políticas de Seguridad en estos últimos años. Políticas estas, de criminalización de la pobreza, de persecución y represión por parte de las fuerzas policiales hacia todos aquellos sectores populares que forman parte de esa estereotipación y estigmatización. Lo cual, finalmente, intentaría mostrarse como la antítesis de la llamada “doctrina Chocobar".


Las señales que ha mostrado Alberto Fernández sobre política exterior marcan otro fuerte contrapunto con las políticas del actual Gobierno. La no denuncia del gobierno venezolano, en los mismos términos que lo hace el macrismo. La retribución de saludos con presidentes de la región, en términos de ‘hermandad'. El intercambio de felicitaciones entre Fernández y Evo Morales, por sendas elecciones ganadas. La visita a México como presidente electo, en su primer salida del país y la confirmación de su participación en la reunión del Grupo de Puebla en Buenos Aires. El hacer alusión a “un presente de desigualdad”, en su respuesta a las felicitaciones del presidente de Chile y los saludos a Lula Da Silva y Dilma Rousseff, en medio de fuertes y polémicas declaraciones del actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro. Estas señales muestran cuál podría ser el camino de las posibles alianzas y los problemas que deberá encarar el próximo gobierno; esto también muestra la importancia que se dará a la región, en oposición al actual Gobierno, el cual decidió sacar a la Argentina de la UNASUR y priorizar las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, dejando supeditada la participación argentina en la región al Grupo de Lima.


De esta manera, nos encontramos con que dentro de la coalición Juntos por el Cambio/Cambiemos, Macri y el macrismo, intentan mantener cuotas de poder y así posicionarse, a futuro, como líderes de la oposición al gobierno de Frente de Todos. Sin embargo, dentro de la alianza, sectores de la UCR críticos de las políticas llevadas a cabo por este gobierno podrían intentar disputarles ese liderazgo. Incluso dentro del mismo PRO, podrían aparecer cuestionadores de ese liderazgo. La clave estará en mantener unida la alianza más allá del 10 de diciembre y evitar que la ‘sangre llegue al río’.


Por otro lado, el Frente de Todos y Alberto Fernández en particular, como era de esperarse, exhiben y reafirman con gestualidad política, sus diferencias con las políticas del gobierno que se retira; mientras se espera el escrutinio definitivo y conocer la verdadera conformación del futuro Congreso. De esta manera, en un plano económico-social, la propuesta para comenzar a abandonar la crisis que deja el macrismo, es la de un gran acuerdo social que incluya a sectores empresariales, industriales, sindicales, movimiento sociales y demás actores sociales. En el plano político, Alberto Fernández deberá probar que no solo es un “gran armador político” sino que, además de tener una gran muñeca para esos armados, la tiene para gobernar y mantener unido el frente armado y, quizá poder ampliarlo e incluir, o al menos acercar y articular posiciones con sectores que no se encuentran dentro del mismo. Así como impulsar la coordinación con los gobernadores.


Cambiar el rol de un Estado prescindente, a un Estado presente y activo así lo requerirá. En tanto la política exterior, marcaría un acercamiento a la región, con quizá ¿un eje México DF-La Paz-Buenos Aires (rememorando el eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires de principios de siglo)? Aunque asumirá en un clima de gran tensión con el gobierno brasileño.


Finalmente, el comienzo del gobierno de los Fernández estará signado por la necesidad de una renegociación exitosa de la deuda. Esta negociación necesitará de la fortaleza política interna y de la habilidad para conseguir apoyos en el exterior. Si esa negociación fracasara, el futuro del gobierno del Frente de Todos será incierto.




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