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UNA PRIMERA MIRADA DE LAS ELECCIONES GENERALES DEL 27 DE OCTUBRE DE 2019

Por Jorge Manuel García

Imagen: Esteban Collazo (@esteban_collazo)


¿Festejo o gusto a poco?, se pregunta Jorge tras unas elecciones que dejaron un 40% de apoyo a Mauricio Macri. Sería un grave error poner en el mismo lugar a toda esa masa de votantes sumándole adjetivos y calificaciones denigratorias. Si las peras no son iguales que las manzanas, corresponde hacer lo mismo: comprender y buscar puentes comunicantes, puntos de acuerdo parciales o transitorios que faciliten el intercambio respetuoso.


Mario Wainfeld, ustedes lo conocen, sostiene que para orientarse ante el siempre incierto resultado de las elecciones es más pertinente comparar con resultados electorales anteriores que guiarse por las encuestas de opinión.


Festejo o gusto a poco

En el programa de radio AM más escuchado del país “cada Mañana” conducido por Marcelo Longobardi, se insistía en que parecía que los roles estaban invertidos. Se referían a la cara de tranquilidad, serenidad y hasta alegría que expresaba Mauricio Macri en su encuentro con Alberto Fernández en la casa rosada y las caras largas de insatisfacción de muchos “kirchneristas” representadas con claridad en las palabras de Dady Brieva sobre su sensación del “gusto a poco” y en el asombro de muchos otros por el 40% de Juntos por el Cambio teniendo en cuenta el desastre económico.


El domingo 27 de octubre a la noche en el llamado “Bunker” de Todos había mucha alegría y festejo, en muchos casos hasta las lágrimas. Sabemos que las palabras y los gestos pueden tener significados polisémicos, y que no siempre coinciden los sentidos de quienes los emiten y de los receptores, pero me arriesgo a intuir que las tres derrotas electorales anteriores: 2013, 2015 (la más dolorosa), y la del 2017, ocuparon un lugar importante en la alegría del festejo frente a los otros que no pudieron ser. Si vamos a la comparación dura de los datos de las cuatro últimas elecciones, el triunfo de la fórmula Fernández- Fernández adquiere su justa relevancia y pone en cifras las consignas cantadas colectivamente, los abrazos y las lágrimas.


La comparación merece algunas aclaraciones que conocemos, pero nunca están de más. Las alianzas nunca fueron exactamente las mismas. Independientemente de quien la encabezara, cada espacio se amplió o cerró en distintos momentos, pero a grandes trazos la disputa en las cuatro elecciones estuvo sintetizada en las figuras de Cristina Fernández, Mauricio Macri y Sergio Massa (en la última elección el espacio lo ocupó Roberto Lavagna) aunque no fueran candidatos.


Comparación elecciones nacionales 2015/2019

2015 Primera vuelta Segunda vuelta

Scioli 9.338.450 37,08% 12.309.575 48,66%

Macri 8.601.131 34,15% 12.988.349 51,34%

Masa 5.386.977 21,39%

2019 PASO Primera vuelta

Fernández 12.205.938 47,78% 12.473.709 48,10%

Macri 8.121.689 31,79% 10.470.607 40,38%

Lavagna 2.081.315 8,11% 1.599.707 6,17%

Elaboración Propia. Para los datos de la primera vuelta 2019 se tomaron los únicos disponibles (los provisorios) en los demás casos son resultados definitivos.


El esbozo del cuadro comparativo en su diagramación tiene explícita una primera conclusión compartida por algunos analistas, entre ellos Martín Rodríguez, Pablo Touzon y el chiquito Dany (un vecino del barrio): al no haber competencia interna de importancia en los distintos espacios políticos, las paso jugaron en la práctica el papel de primera vuelta y esta de segunda vuelta electoral que se convirtió en definitiva. El argumento se sostiene si miramos la cantidad importante de votos que perdieron todas las otras fuerzas, e incluso disminuyeron significativamente la cantidad de votos en blanco y nulos, a favor de los dos principales candidatos, Mauricio Macri fue por mucho el más favorecido. Las fórmulas de Lavagna, Gómez Centurión y Espert perdieron en conjunto 876.036 votos, si a eso le sumamos el 1.271.182 votantes más que concurrieron a votar y los casi 500 mil votos menos que fueron en blanco, encontramos la explicación al casi 8% de votos de más que sacó la fórmula Macri/Pichetto. Sin duda la inmensa mayoría de los 2.647.218 votantes que suman esos tres ítems, se sintieron interpelados con la realización de las treinta marchas y actos del “sí, se puede”. Los 267.771 votos que sacó de más Alberto Fernández seguramente se pueden encontrar entre los 341.394 que perdió la fórmula del frente de izquierda y los que votaron por Manuela Castañeira en las PASO.


De las dos fuerzas, Juntos por el Cambio fue mucho más exitoso en aumentar su caudal electoral, inclusive apelando al contacto directo y colectivo de las movilizaciones y los actos multitudinarios, no formando parte de sus repertorios de acción política originarios. Se puede decir que llegó hasta el límite de sus posibles votantes y lo consiguió, que no es poca cosa, dejando una fuerza política importante galvanizada alrededor de un sujeto político que nació con la 125 y parece llegar a su madurez definitivamente en estas elecciones. Como dice Nicolás del Caño, Macri se va pero queda el FMI. Y no solo queda la deuda con el organismo internacional, sino una nueva fuerza política amalgamada en la convicción de los “beneficios” de la libertad de mercado, la “República, las libertades individuales y la necesidad que la Argentina se abra al mundo. Una fuerza que independientemente de los liderazgos, tiene una importante presencia en la sociedad argentina por su número, por la parte del poder económico que está en sus manos, por su presencia y los medios con que cuenta para que sus cosmovisiones políticas y sociales permeen el cuerpo social, incluso a una parte de los sectores populares.


Dicho esto, sería un grave error poner en el mismo lugar a toda esa masa de votantes sumándole adjetivos y calificaciones denigratorias. Si alguna vez discutimos con amigos y conocidos que las peras no son iguales que las manzanas, corresponde hacer lo mismo, buscar puentes comunicantes, puntos de acuerdo parciales o transitorios, buscando climas en la relación que faciliten el intercambio respetuoso. Esto no es el recitado de un monje budista (con todo el respeto) sino una parte muy importante de la política, la de discutir, buscar atraer y de ser posible convencer para construir mayorías que permitan materializar políticas concretas hacia una sociedad más igualitaria.


¿Podría el Frente de Todos haber sacado más votos? Puede ser, quizás faltó más presencia en la calle entre las dos elecciones, un mayor debate con vecinos, amigos, compañeros de trabajo o estudio, el desahogo de la fuerza propia luego del resultado de las paso se pudo convertir en distensión, pero la razón fundamental por la que no se sacó más votos es que enfrente se encontró con una fuerza a la que no conviene subestimar, que llegó para quedarse, que sabe realizar campañas electorales y que aunque parezca que cuenta con un discurso poco estilizado, sabe llegar y conectar con lo que piensa una parte muy importante de la sociedad argentina.


Los votos que sacó la fórmula Fernández/Fernández no fueron pocos teniendo en cuenta los resultados de las anteriores elecciones. Por otro lado, parece que pasó mucho tiempo, pero hace solo cinco meses Alberto era confundido con Aníbal, nadie pensaba seriamente que podía ser candidato a presidente (solo una vez a fines de los noventa fue candidato a legislador porteño en la lista de Domingo Cavallo).


Es cierto que Macri ganó muchos votos en la primera vuelta 2019 con relación a las PASO, 2.348.918 fue la diferencia. A pesar de eso pasará a la historia como el primer presidente después de la reforma constitucional de 1994, que se presenta y pierde una reelección a pesar de contar para sí con todo el aparato del Estado, con el apoyo de grandes medios de comunicación, y lo que no es menor, el sostén político y financiero del gobierno de los Estados Unidos, encabezado por Donald Trump, y del Fondo Monetario Internacional. Por su parte, con pocos medios económicos Fernández logró superar el miedo al balotaje, resolviendo la elección en la primera vuelta. Sin ser un líder carismático, su condición de “operador político”, su conocimiento del Estado y relación con importantes actores de la política nacional de los últimos años, le permitió articular, construir una alianza muy amplia y transformarla en un frente electoral competitivo en todos los niveles.


¿Y ahora qué?

La tan ansiada “unidad” se convirtiera en un desafío para Alberto Fernández a partir del 10 de diciembre. La heterogeneidad de demandas que confluyen en el Frente de Todos está en directa correspondencia con la difícil situación en la que se encuentra el país con problemas que se arrastran de larga data, pero especialmente porque todos los indicadores socioeconómicos empeoraron por la políticas llevadas a cabo por el Gobierno de Mauricio Macri. De igual manera, las representación políticas que se logró reunir en el Frente es muy grande. Sobresale en primer lugar la unidad de los distintos peronismos, pero no se agota en él: sectores de centro izquierda, del radicalismo, del progresismo, de la izquierda tradicional, de los movimientos sociales y de derechos humanos, entre muchos otros se ven representados en esta fuerza que comenzará a gobernar el 10 de diciembre.


De alguna manera, una decisión política brillante de Cristina Fernández, la de correrse y postular a Alberto Fernández como candidato a Presidente, y las resistencias a las políticas del ya a punto de concluir su mandato Mauricio Macri, junto con las demandas de nuevos derechos en particular el del movimiento de mujeres, expresados en las calles, explican en gran medida el éxito electoral del Frente de Todos el 27 de Octubre.

El éxito del nuevo gobierno se medirá en gran medida por la capacidad de plasmar en políticas concretas que permitan reparar el daño social infligido por la tercera ola de aplicación de políticas neoliberales. Por restituir derechos que fueron restringidos, conquistar nuevos derechos que los movimientos y las luchas convirtieron en imprescindibles, restituyendo el horizonte emancipatorio para nuestros pueblos.

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