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VICTORIA FUERA DE TABLERO

Por Diego Harrison Blanco


Imagen: Esteban Collazo (@esteban_collazo)

“¿Cómo podemos entender la victoria de Alberto Fernández en las recientes elecciones presidenciales en el marco de los gobiernos latinoamericanos y más específicamente en el cono sur?”, se pregunta Diego. Responder esta pregunta implica comprender el acontecer latinoamericano, en donde las derechas lejos de mostrarse en retroceso se encuentran con total vitalidad y dotadas de un poder de transformación y concentración.

El sociólogo Álvaro García Linera, el cuadro político latinoamericano más importante de los últimos 20 años, en el del marco de las jornadas del CLACSO realizadas en Buenos Aires en Noviembre del 2018 expuso: “En los últimos 10 o 15 años, América Latina ha vivido toda una oleada de gobiernos de izquierda, y hoy parece ser que esta primera oleada ha culminado, y hay que ser fríos, y estudiar las condiciones de posibilidad de la primera oleada de los gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina, las virtudes, los errores, los límites, porque hay que prepararnos para la segunda oleada de los gobiernos progresistas en el continente”.


¿Cómo podemos entender la victoria de Alberto Fernández en las recientes elecciones presidenciales en el marco de los gobiernos latinoamericanos y más específicamente en el cono sur?, ¿podemos aventurar alguna hipótesis sobre la “recuperación” de más de dos millones de votos de Mauricio Macri entre las PASO y las elecciones generales sobre la base las experiencias de Latinoamérica?


Linera lanza está observación incluso habiéndose producido unas semanas antes en Brasil la victoria electoral en segunda vuelta del candidato conservador de ultraderecha del Partido Social Liberal, Jair Bolsonaro, frente al candidato del Partido de los Trabajadores Fernando Haddad, con el 55% de los votos y con un claro discurso de mano dura y tolerancia cero enmarcado en el racismo, la misoginia y la homofobia. Como antecedentes, la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y el encarcelamiento por prisión preventiva y consecuente exclusión de la contienda electoral, de Lula Da Silva del PT principal candidato opositor.


Este resultado es para Latinoamérica la condensación de una serie de victorias electorales de las derechas en todo el continente, más allá del orden cronológico: Piñera en Chile, Benítez en Paraguay, Lenin Moreno en Ecuador (que obtuvo la victoria de la mano de Rafael Correa pero que rápidamente marca su diferencias y ruptura política). Solo la República Bolivariana de Venezuela parece resistir el embate de las derechas. El caso venezolano requiere un análisis específico que supera el objeto de esta nota.


Evo Morales en Bolivia, un baluarte de la primera oleada de gobiernos progresistas que menciona Linera, accede a la presidencia en las elecciones de 2005 con el 54% de los votos y luego es reelecto en 2009 con el 64,22% de los votos y 2014 con el 63,36%. En los recientes comicios del 20 de Octubre, para el período presidencial 2020 – 2025, Morales fue reelecto con el 47,08% de los votos sobre el candidato de la derecha boliviana Carlos Mesa por el partido Comunidad Ciudadana con el 36,51%, que lo ubicó como ganador en primera vuelta, pero muestra una sensible reducción de más de 15 puntos porcentuales con respecto a la anterior elección.


El proceso eleccionario estuvo sumido en diversas irregularidades en la carga de datos y la Organización de Estados Americanos (OEA) calificó como “preocupante”. La oposición encabezada por Mesa y Camacho, puso en marcha un dispositivo de desestabilización institucional con persecución, secuestro, quema de viviendas y locales partidarios y sindicales de dirigentes y sus familiares, militantes y una escala de violencia en contra de las comunidades indígenas. La situación se volvió crítica cuando, en diferentes departamentos, las fuerzas policiales se acuartelaron y abandonaron sus funciones. Argumentaron que no desplegaron su fuerza contra el pueblo, siendo testigos y cómplices de los actos violentos de grupos dirigidos por Camacho y Mesa, quienes abiertamente solicitaron la renuncia del presidente Morales. El 10 de Noviembre se dió a conocer públicamente el informe preliminar de la auditoría que la OEA realizó sobre el proceso eleccionario en donde determinó irregularidades de índole técnica en la carga de datos y en los registros informáticos y físicos y sugirió que se realizara nuevamente “la primera ronda tan pronto existan nuevas condiciones que den nuevas garantías para su celebración, entre ellas, una nueva composición del órgano electoral”. Casi inmediatamente, las Fuerzas Armadas en un comunicado público solicitaron la renuncia de Evo Morales a la presidencia, culminando con su principal objetivo: consumar un golpe de Estado que terminó con la renuncia del presidente, del vice Álvaro García Linera y las cúpulas en la Asamblea Legislativa, tanto en diputados como Senadores. El futuro institucional de Bolivia es incierto y sumido en una crisis a la hora de escribir estas líneas en donde un grupo policial amenaza con detener a Evo.


En Uruguay el 27 de Octubre, el mismo día en que se realizaron en Argentina, se llevaron a cabo las elecciones presidenciales que arrojaron como resultado una victoria del Frente Amplio (que gobierna en forma ininterrumpida desde el 2005) con el 40,5% de los votos frente a la segunda fuerza, el Partido Nacional, liderado por Luis Lacalle Pou, que obtuvo el 29,5% de los votos quedando de esta forma sentenciada la segunda vuelta. En comparación a las anteriores elecciones, el Frente Amplio tuvo una sensible reducción del porcentaje de votos ya que había cosechado casi el 48% de los mismos, siendo necesarios para obtener una victoria en primera el 50% más uno.


Lacalle Pou ha expresado que el Partido Nacional no hace campaña "para ganar las elecciones sino para cambiar el país" y para ello es necesario una “alianza multicolor” más allá de las banderas políticas. Obtuvo el apoyo explícito de Partido Colorado (PC), encabezado por Ernesto Talvi (que consiguió el 12,16% de los votos) y el del ultraderechista general Guido Manini Ríos, de Cabildo Abierto (que alcanzó 10,73% de los sufragios); una alianza que a priori se presenta como un frente de gobierno y parlamentario. Si bien el resultado del ballotage uruguayo está “abierto” y sin definición concreta, las perspectivas de una victoria sin sobresaltos para el Frente Amplio es compleja si la traslación de votos al Partido Nacional fuese lineal y matemática. Las intenciones de la oposición de amalgamarse ante el Frente Amplio en segundas vueltas no son novedosas. Sin embargo, sí lo son en cuanto a lo explícito de la alianza y al volumen de votos que podrían obtener.


Victoria del Frente de Todos

Con el 97,14% de las mesas escrutadas y sin haberse concluido el escrutinio definitivo, Alberto Fernández es electo presidente de la Nación con el 48,10% de los votos sobre el 40,38% cosechado por Mauricio Macri, quien iba en busca de su reelección. Una clara victoria en primera vuelta con casi ocho puntos porcentuales de ventaja.


Sin embargo, la remontada de Mauricio Macri en referencia a las PASO (32,08%) ha dejado a propios y ajenos con sensaciones encontradas. Tal vez producto de la galopante crisis económica, por la referencia inevitable de la victoria de Cristina Fernández de Kirchner con más del 54% en 2011 o como una expresión de deseo de “revancha” por las penurias sufridas en estos últimos cuatro años, o incluso como producto del desacertado vaticinio de las encuestas electorales (una vez más) se esperaba una aplastante victoria del Frente de Todos que superara la mitad de los sufragios. Pero, sobre todo, una rotunda caída en la adhesión a Macri.


Podemos ensayar nuevos argumentos que intenten descifrar las elecciones de los votantes frente a la oferta electoral o recurrir a los viejos “dogmas” como la traslación de votos de las otras opciones de las derechas, liberal (Espert) y conservadora (Gómez Centurión), a partir del “voto útil”. Lo cierto es que existe un apoyo no despreciable a una fuerza que, sobre todo en el último tramo de la campaña, se ha mostrado explícitamente como una opción de una derecha conservadora, autoritaria y estigmatizadora.


Con todo esto dicho, vale la pena repensar la victoria de Alberto Fernández en referencia al acontecer latinoamericano en donde las derechas lejos de mostrarse en retroceso se encuentran con total vitalidad y dotadas de un poder de transformación y concentración que le otorga un valor adicional: Brasil elige democráticamente a la más burda derecha fascistoide, Uruguay enfrentará un ballotage donde la oposición al Frente Amplio concentra a casi todo el arco político con peso electoral de impronta neoliberal y Bolivia en donde el gobierno progresista de Evo Morales en el último proceso eleccionario tuvo una contundente reducción de votos a favor y culminó con un golpe de Estado perpetrado por la oposición con el apoyo de las fuerzas armadas y de seguridad.


Cabe preguntarnos cómo se mueven las olas en el mar de América Latina: si Argentina será el mascarón de proa de esta segunda oleada de gobiernos populares que refería García Linera o será una isla en una avanzada de gobiernos neoliberales que acceden a la conducción de los Estados por las urnas o los golpes. En este contexto regional, lo que es claro es que la victoria electoral y democrática de Alberto Fernández es un triunfo fuera de tablero.

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