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“Es eso pero con otras palabras”. Descubriendo al espíritu de buque


Por María Jazmín Ohanian


Con cada cruce disciplinar emerge un puente. Y María Jazmín nos propone caminar ese puente que une la antropología, su disciplina, con la literatura. Un recorrido literario que apela a la narración como insumo fundamental para desarrollar su experiencia en el programa de investigación en el cual participa: “Mar de guerra. Estudios sobre experiencias de soberanía en el conflicto anglo-argentino de 1982”, liderado por la reconocida antropóloga Rosana Guber.


Fotografía tomada por M. Jazmín Ohanian a bordo del buque ARA La Argentina (D-11) mientras se realizaban tareas de adiestramiento en mar argentino. Registro de trabajo de campo. Marzo 2019.



Ninguno había dormido muy bien. Eran las 8 de la mañana del miércoles y ya íbamos por la segunda ronda de café. El comedor del Hotel de Puerto Belgrano (para oficiales) ubicado en el corazón de la base naval más importante de la Armada Argentina -la Base Naval Puerto Belgrano– se había convertido en nuestra oficina. Ese miércoles de noviembre nos autoconvocamos a las seis de la mañana para revisar los powerpoints de la presentación, chequear el uso correcto de términos navales y evaluar posibles retoques de último momento para nuestro vestuario y peinado. Mis rulos y los de Hernando nos tenían un poco preocupados. Aunque nos sentíamos elegantes, estábamos muy nerviosos por el desafío que nos convocaba esa mañana de noviembre: fuimos invitados por el Contraalmirante Fernando Maglione, Director General de Educación de la Armada, a presentar los resultados de una investigación colectiva sobre las experiencias de la Armada en Malvinas ante un auditorio repleto de Capitanes de Navío y Contralmirantes de la Armada Argentina. Los nervios tenían su motivo de ser.

El equipo de “Mar de guerra. Estudios sobre experiencias de soberanía en el conflicto anglo-argentino de 1982” está liderado por la antropóloga Rosana Guber y reúne a profesionales de diversas disciplinas de las ciencias sociales (sociología, derecho, comunicación, antropología) y a un capitán retirado del Ejército Argentino. Nuestra investigación es colectiva y antropológica; esto significa que el foco está en conocer sobre las experiencias de otros con esos otros. Cada uno de los integrantes del equipo de investigación -formado en el 2015- comenzó su recorrido relacionándose con hombres y mujeres de la Armada, tomando muchos mates y cafés, encontrándonos, escuchándolos y leyendo los libros que nos facilitaron; yendo, estando y recorriendo el lugar -y sus buques- con ellos.

El corazón siempre estuvo en comprender las experiencias que vivieron durante la guerra de Malvinas los hombres de la Armada -los navales- desde sus distintos componentes: dentro del agua (Fuerza de Submarinos), en la superficie del mar (Flota de Mar y buques auxiliares), arriba del agua (Aviación Naval) y en las costas (Infantería de Marina).

A lo largo de estos años, reconocimos que para entender algo diferente sobre las Fuerzas Armadas y Malvinas, teníamos que pensar a los hombres que combatieron entre marzo y junio de 1982 en el Teatro de Operación del Atlántico Sur desde su ambiente natural. Ese cambio de mirada nos sumergió en el agua, nos habilitó a ver a las islas desde el mar y a descubrir la existencia de un “espíritu de buque” como principio ordenador que cohesiona a quienes son parte de la Armada. La relación entre el agua, los hombres y los buques era constitutiva de la experiencia vivida en 1982 en el Atlántico Sur. Eso era algo de lo que queríamos contar en nuestra presentación del miércoles 27 de noviembre del 2019. En estos párrafos me pregunto qué pasa –o puede pasar- cuando compartimos nuestros resultados de investigación con quienes investigamos.


***

El martes - día anterior a la presentación-, ya hospedados en el Hotel Puerto Belgrano, armamos una agenda de trabajo que incluía varias horas de discusión sobre qué íbamos a decir y, fundamentalmente, cómo lo haríamos. Esas reuniones en las salas de lectura del hotel se convirtieron en momentos claves de registro de confusiones y de producción de claridad sobre qué y cómo compartir nuestra interpretación del “espíritu de buque” en Malvinas. Hicimos infinitos ensayos con rondas de presentaciones, preguntas y sugerencias mientras giraban los mates y las hojas con anotaciones al margen para decir más claro eso que cada uno quería decir. Los que construimos vínculos afectivos con hombres y mujeres de la Armada durante el trabajo de campo, aprovechamos un rato de ese día para ensayar la presentación con ellos y poner en duda si lo que decíamos, y las palabras que elegíamos para hacerlo, era inteligible y coherente. Una vez aprobados, tuvimos la última reunión de equipo para afinar ideas y calmar ansiedades. En esas idas y vueltas nos dimos cuenta que era la primera vez que compartíamos formalmente con nuestros interlocutores aquello que estábamos haciendo: fuimos a poner en evaluación nuestra investigación. Durante los 5 años de investigación nunca nos dijeron – desde la Armada - qué decir ni nos pidieron borradores de lo que estábamos escribiendo. Nosotros nos habíamos comprometido a compartir con ellos nuestros resultados preliminares.

- No te olvides que ellos no tienen mucha idea qué estuvimos haciendo. Tenemos que explicar con mucha claridad nuestros objetivos y el sentido común desde el que partimos.- dijo Rosana Guber mientras encabezaba la última reunión de equipo y hacía circular un mate tímidamente lavado.

Esa noche algunos pudieron dormir con tranquilidad y otros nos quedamos hasta tarde en nuestras habitaciones rodeados de borradores escritos a mano intentando decidir cómo enfrentar lo que sucedería al día siguiente. El encuentro excedía nuestras expectativas por la posibilidad única de presentar una investigación antropológica en un auditorio habitado por militares de alto rango.


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En la mañana del miércoles, durante la tercera ronda de cafés, algunos íbamos y veníamos con papeles en la mano hasta que comenzamos el camino de 300 mts que nos separaba del auditorio de la Escuela de Oficiales de la Armada (ESOA) donde se realizaría la presentación. El día anterior ya habíamos realizado una prueba de micrófonos donde percibimos la intimidante sensación de hablar desde el jerárquico atril del pequeño escenario enfrentado a butacas naranjas que estarían ocupadas por militares prolijamente uniformados. El orden de las presentaciones y las pautas ya estaban establecidas: no habría aplausos entre cada orador, íbamos a subir uno a la vez y las preguntas y comentarios se harían al final. Esa pizca de ensayo teatral hizo que al ingresar al auditorio y ver a los oficiales en sus asientos la adrenalina no fuera total.

Una vez cerradas las puertas del auditorio, el primero en tomar el micrófono fue el Contraalmirante Fernando Maglione, quien había organizado y motorizado la presentación. Con cálidas palabras pidió a los asistentes “prestar atención” y valorar una oportunidad de diálogo con un grupo de investigadores de una Universidad Nacional. Se percibió el respeto académico en su declaración. Luego subió al escenario Rosana Guber y explicó de qué se trataba el proyecto de “Mar de Guerra” que estábamos compartiendo.

Una vez finalizada su presentación, comenzamos a subir uno por uno a explicar nuestros casos de estudio: Hernando Flórez explicó cómo se vivió “el silencio como blindaje” en el submarino ARA San Luis S-32 en Mayo de 1982; Rosana Guber volvió a tomar el micrófono para exponer las experiencias de los pilotos de la aviación naval (“esos marinos que vuelan y se enganchan al buque”); y Hector Tessey deconstruyó la liminalidad del infante de marina (conocido como “bicho”) a través de la transformación que vive entre el mar, la costa y la tierra. Los oficiales del auditorio comenzaron a abrir más los ojos; ya habían escuchado más de 30 minutos de descripciones, hipótesis de trabajo y elaboraciones sobre lo que entendíamos como “espíritu de buque”. Se los notaba expectantes al escucharnos hablar sobre sus submarinos, sus aviones, su mar, su Armada, su guerra y su espíritu de buque.

En ese clima de silencio también desplegó su investigación Alejandra Barrutía, quien se centró en los buques auxiliares y en sus tripulaciones conformadas en el mismo momento en que zarparon para garantizar las operaciones de la Flota de Mar, luego yo compartí mis ideas sobre el rol de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) como punto de partida de las experiencias técnicas de los suboficiales de la Armada embarcados en los distintos buques de guerra. Por último, Cecilia Sotomayor tuvo la difícil tarea de cerrar la ronda de presentaciones y transportarnos a Telén, un pueblo de La Pampa donde Daniel Lagos y sus memoriales –conscripto telenense que se hundió junto al Crucero ARA General Belgrano- generan expresiones de post guerra en una localidad sin mar pero con el espíritu del Crucero. Los oficiales mantuvieron el silencio y la atención hasta la última exposición.


***

Al terminar la presentación, y luego de casi dos horas de escucha, Rosana Guber tomó nuevamente el micrófono para agradecer el tiempo y el respeto. Luego el Contraalmirante Fabián Gerardo D´Angelo junto al Contralmirante Julio Horacio Guardia iniciaron el intercambio de preguntas y comentarios. Agradecieron nuestra investigación y apoyaron la actividad por promover el contacto entre civiles pensando con militares. D´Angelo celebró que achicar las distancias era posible. Gracias a sus preguntas y comentarios, surgieron intercambios de ideas y puntos de vista por parte de otros oficiales con quienes pudimos conversar sobre diversas cuestiones que incluían el silencio del submarino ARA San Juan, la relación con comunidades malvinenses alejadas territorialmente de la Armada, la diferencia entre una muestra sociológica representativa y una antropológicamente significativa, la vida a bordo en una navegación y las consecuencias de la ruptura histórica y simbólica que la actual Escuela de Suboficiales (ESSA) mantiene con su antecesora, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

- Nos contaron nuestra vida pero de otra forma. El espíritu de buque es eso pero con otras palabras. Hay ideas que compartieron hoy que vamos a seguir trabajando porque está muy bueno lo que detectaron. Cada uno de ustedes dio en la tecla con algo diferente que para nosotros es importante. Ojalá sea positivo este intercambio también para ustedes. Estamos a disposición para que continúen trabajando con nosotros. – Con esas palabras, el Contraalmirante D´Angelo dio por terminado el encuentro y nos invitó un café de cortesía afuera del auditorio.

Atesoramos cada una de las intervenciones, las correcciones sobre terminología naval, las palabras de aliento, los planes a futuro y los silencios allí vividos. A las dos horas de haber abandonado el auditorio de la Escuela de Oficiales ya estábamos en ruta volviendo a Buenos Aires. En el auto comenzamos a charlar sobre lo vivido, las repercusiones de la presentación y sobre nuestra experiencia colectiva de investigación al valorar que todos distinguimos que nuestros puntos de partida eran muy distintos a los de llegada: habíamos vivido una transformación constante en el rumbo y en la ruta de navegación.

Ningún oficial ni suboficial de la Armada nos dijo - en los 5 años que duró la investigación - que la singularidad de ser marino se encontraba en el “espíritu de buque”. Aunque si lo pienso mejor, nos lo estuvieron explicando todo el tiempo. Era eso pero con otras palabras.



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